Samaná es una joya arquitectónica



El vocabulario arquitectónico del gran Caribe encuentra eco en Samaná. Elegantes ornamentaciones en madera, juegos de techos, tragaluces, casas sobre pilotillos, pasamanos, doble puertas, romanillas, barandas, carrerías y hasta influencias navieras son los detalles que predominan en la arquitectura popular de la provincia, detalles que mantienen vigentes hasta hoy las tendencias victorianas de principios del siglo XX, cuando Samaná era una ciudad próspera, vanguardista y codiciada por algunas de las principales potencias económicas de entonces.

Dar a conocer el origen y las particularidades de tan peculiar arquitectura forma parte de los aportes culturales del proyecto “Orgullo de mi tierra”, que promueve el Centro Cuesta Nacional, y de ello se encargaron los arquitectos Eugenio Pérez Montás, Esteban Prieto y Virginia Flores Sasso en la conferencia “Arquitectura y urbanismo en Samaná”.

Realizada en el foro Pedro Mir de la librería Cuesta, es el primer intento de estudio exhaustivo de la arquitectura de la provincia, pues, según explicó Prieto, no se han encontrado investigaciones específicas sobre el tema en los archivos del país.


Origen del legado
Historia, urbanismo y arquitectura se complementan en Santa Bárbara de Samaná. La ciudad fue fundada en 1756 por el brigadier español Francisco Rubio Peñaranda con familias provenientes de Islas Canarias.

Según fuentes históricas, para 1759 las obras del poblado no habían concluido y el fiscal de la audiencia se quejaba del alto coste de los bohíos, debido a los inconvenientes para conseguir yaguas y artesanos para su edificación. Ya para 1763 se habrían levantado 66 bohíos.

“Es muy interesante lo del bohío, porque fíjense que aún siendo canarios los primeros pobladores de la zona, es extraño que no encontramos vestigios de estos canarios en su arquitectura. Vemos cómo allá, en las construcciones de las islas canarias, se usa más la piedra y la mampostería”, explicó el arquitecto Prieto.

Tomando en cuenta sus investigaciones, los tres modelos de vivienda popular que más se repiten están construidos con madera industrializada o tabla de palma techadas con láminas de zinc corrugado, destacando el modelo de planta rectangular con galería frontal con un juego de techos a dos aguas, “lo cual le da un carácter único de la región”. Todos los modelos comparten ventiladores colocados en la parte superior de la galería o sobre puertas y ventanas, con una gran variedad de diseños.

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SÁNCHEZ, CUNA DEL ESTILO VICTORIANO
La iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, en el municipio de Sánchez, es un icono de la ciudad. Sánchez, que fue fundado en Las Cañitas en 1888 como estación terminal del ferrocarril que unía La Vega con San Francisco de Macorís y la península de Samaná, conserva (aunque en muy mal estado) buena parte de las casas victorianas construidas en la provincia de Samaná.


“Es lamentable que la estación de tren en Sánchez se encuentre ocupada por numerosas familias y en estado de abandono total, lo cual pone en peligro su permanencia”, consideran los arquitectos Esteban Prieto y Flores Sasso.

Equilibrio perfecto
En el año 1808, trece años después de que la isla de Santo Domingo pasara a ser territorio francés, se proyectó la ciudad Puerto de Napoleón, en la bahía de Samaná, como un enclave francés que, según los historiadores, contemplaba convertir Samaná en la capital de la isla.

“El historiador Elías Devers, en su Historia de Samaná, transcribe las especificaciones de esa ciudad. En el plano se advierte la gran avenida imperial y una plaza dedicada a Napoleón Bonaparte”, explicó el arquitecto Eugenio Pérez Montás en la conferencia “Arquitectura y urbanismo en Samaná”.

El Puerto de Napoleón nunca se concretó y en 1824 llegaban a la península unos 200 esclavos libertos norteamericanos que influirían en gran medida en las tendencias arquitectónicas de la época en Samaná.

La iglesia San Peter o La Chorcha (del inglés “church”) fue construida en 1901 y traída en barco desde Inglaterra. Es la única edificación que se conserva luego del incendio que destruyó Samaná en 1946 y luego de que el gobierno de Joaquín Balaguer demoliera el resto de las edificaciones que quedaron con el objetivo de construir una nueva ciudad, cuyo trazado comenzó en 1972. El pueblo creció rápidamente y en 1979 ya se había establecido como polo turístico del país.

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